Ganar tiempo

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Aunque parecía que esta blog se había tomado un descanso, la verdad es que he hecho de todo menos descansar. Varios encargos grandes me han ocupado prácticamente todo el tiempo, y sí, “todo el tiempo” no es ninguna exageración. Cuando hay que hacer malabarismos para acabar con uno o varios encargos (de traducción) en un plazo reducido, mi agenda se limita a cubrir las necesidades básicas del ser humano (no entraré en detalles) y, sobre todo, a trabajar. Un día, dos días o incluso tres días son llevaderos, pero cuando esta situación se alarga una semana o más, mi cuerpo y mente envían señales de alarma. Pero claro, “el trabajo es lo primero”, así que desaparecen de la agenda quedadas con amigos y compañeros, el blog, el deporte, etc. Le paso una foto a mi mujer, reduzco las señales de vida para mi familia a unos SMS y bajo a la perra a modo de yoyó desde el balcón (vale, eso era una broma…).

Al final de una etapa de trabajo intensa, se me quita una enorme carga de encima, pero también me cuesta volver a un ritmo normal porque, cuanto más tiempo paso como “workaholic”, más normal considero lo que debería ser algo excepcional. Y esto es un fenómeno que parece uno de los males de la economía española, como ya comenté hace tiempo.

Hace poco leí en el blog de una compañera un interesante artículo sobre su horario laboral. Y es que hace algo de lo que muy pocos –tengamos hijos o no– somos capaces: imponernos un horario fijo como autónomos. Si bien es verdad que solemos estar bastante bien organizados y disciplinados, casi siempre tenemos claro a qué hora empezamos nuestra jornada, pero no sabemos a) a qué hora comemos/cenamos, b) a qué hora terminamos, c) si nos tocará sacrificar nuestro fin de semana. Si también sois (traductores/intérpretes) autónomos y esto no os pasa, os felicito por haber conseguido algo que es mi próximo objetivo: organizarme mejor para vivir mejor.

Mi peor vicio consiste en organizar gran parte de mi día alrededor del trabajo, y por consiguiente adapto mi vida en pareja, cancelo/pospongo encuentros con amigos, acorto horas de descanso/sueño, como cualquier cosa rápida y hago deporte cuando pueda (no cuando deba). Ser un alemán “cabeza cuadrada” no ayuda, y la combinación de esos genes con el horario laboral terrible de España es explosiva. Bueno, reconocerlo ya ha sido el primer paso para mejorar, pero ayer di incluso el segundo paso e hice algo inédito: como si fuera funcionario (con perdón de los funcionarios trabajadores), a las 18 horas en punto solté lo que estaba haciendo, apagué el ordenador y el móvil y salí a correr. Volví relajado y muy contento, pero claro, me encontré con varias llamadas perdidas y peticiones de presupuestos que seguían llegando hasta pasadas las 20 horas… Aun así, repetiré la experiencia, e intentaré convertirla en duradera. Está claro que no lo conseguiré de la noche a la mañana y que siempre habrá días en los que toque hacer “horas extras”, pero me negaré a convertirme en esclavo de mi trabajo, ni siquiera en tiempos de crisis.

Hace tiempo que en España se habla de reformar los horarios laborables para facilitar la conciliación laboral (como hizo también el señor Rodríguez Rubalcaba en el debate de candidatos presidenciales hace unos días), pero creo que no solo es cuestión de que nos impongan un nuevo horario, sino que también debemos cambiar de mentalidad para trabajar menos y más eficaz. ¿Utopía o propuesta factible? No lo sé, pero lo voy a probar, y de aquí en adelante aplicaré las siguientes medidas:

  • Mi horario laboral oficial será de 8 a 14 horas y de 16 a 19 horas.
  • Fuera de este horario no contestaré a correos ni llamadas de trabajo.
  • Mi fin de semana será sagrado en todos los sentidos. Si un cliente quiere que trabaje excepcionalmente en fin de semana, tendrá que avisarme con antelación y pagar un recargo.
  • Comunicaré los puntos anteriores a mis clientes actuales y futuros.

Por supuesto que os mantendré informados de mi experimento de introducir un horario relativamente “europeo” en mi vida en España. De momento, no me llaméis a partir de las 19 horas o durante el fin de semana, a no ser que queráis salir a correr, comer/cenar o tomar una cerveza…

PD: Sé que últimamente parezco muy “guerrero”, pero me pasa cada cosa… El próximo artículo volverá a ser más divertido, ¡lo prometo!

21 Comentarios

  1. Ánimo, André, se puede, ¡ya lo creo que se puede! No es ninguna utopía tener un horario laboral normal (dentro de la flexibilidad y la imprevisibilidad que supone ser autónomo) y compaginarlo con tu vida personal. El primer paso, aunque cueste, es lo que has hecho: ponerse firme, establecer límites y no estar disponible a cualquier hora y cualquier día. Tu trabajo es importante, pero tu salud, tu familia, tus amigos, tu descanso y tu ocio también lo son, y lo lógico es que tengas tiempo libre para ellos a partir de cierta hora y ciertos días (fines de semana y festivos, por ejemplo). Los clientes serios lo entenderán perfectamente, si bien es cierto que muchas veces el principal escollo para tener una vida «normal» no son los clientes, sino nosotros mismos, que no sabemos decir basta. Y sí, yo también pienso que en España hace falta un cambio de mentalidad con respecto a los horarios y el trabajo: quedarse trabajando hasta las tantas no te convierte en mejor profesional, y tampoco puede ser que escribas un correo o llames a las 19 h o las 20 h y esperes que te contesten enseguida (aunque debo decir que estos casos son más bien la excepción, y no la norma).

    En fin, mucho ánimo con tu nuevo horario. 😉
    Isabel

    • Hola Isabel, en efecto hay un tema muy importante que es el de la educación del cliente/proveedor y de las expectativas consolidadas. Si desde el principio a un cliente le marcas unas condiciones y las acata, le gusten o no, no será tan problemático, el problema es cuando tienes acostumbrado a dicho cliente y le cambias las reglas rompiéndole las expectativas, ahí se complica más el tema.

      Como ejemplo personal, en mi oficina desde el primer día sólo cogemos el teléfono en nuestro horario, de 8h a 14h y de 15h a 18h, y muchos saben que estamos en la oficina de 14h a 15h, comemos allí, y que normalmente suele quedar alguien un rato a partir de las 18h, pero no importa, ese es nuestro horario y punto… les gustará más o menos, a las agencias de medios nada, pero no les queda más remedio que acostumbrarse, y lo hacen.

  2. Hola, André:

    Yo todavía no he empezado a trabajar como traductora autónoma (aunque me gustaría :P) y la verdad es que este post viene muy bien a los que estamos empezando para saber a qué atenernos y marcarnos un horario desde el primer día (y que no haya que re-acostumbrar a los clientes).

    Así que, lección aprendida. Yo también leí la entrada de Isabel en su blog y su horario está muy bien estructurado, así que mucho ánimo para adaptar el tuyo.

    Te agregaré a mi lista de blogs que sigo ya que, al escribir en alemán y español, me vendrá genial para seguir practicando =).

    Un saludo,
    Almudena

  3. Hola, André:

    Yo tenía (y sigo teniendo, aunque cada vez menos) el mismo vicio.

    Ahora también hago cosas simbólicas como apagar el ordenador entre las 14 y las 16 horas, y muchos fines de semana me niego a encenderlo siquiera.

    Y tenéis mucha razón en que es una cuestión de “educar” al cliente. Aunque seguro que es más fácil hacerlo desde el principio, ¡nunca es demasiado tarde para intentarlo!

    Ánimo y un beso

  4. Hola André:
    Ole tus huevos por haber limitado un poco tanta vorágine.
    Si:nuestro horario laboral es un asco y se ganaria en productividad y alegria del personal si tuvieramos jornada continua.
    Muchos jefes se niegan por que les luce el pelo tenernos alli hasta las tantas o bien por que tienen a un pobre desgraciad@ para hacer el trabajo de tres en su mismo lugar. Las familias disfrutarian de sus niños en el parque y correria la Cruzcampo (escribo desde el sur) todas las tardes con los amigos. Tendriamos vida.
    Y me encantaría poder hacer lo mismo que tú con lo que me mueve ahora que ser desempleada, maruja y opositora cansa mucho, por que lo vivo como algo sin horarios. Me parece que excepto el baño de Pepa (bueno me lo paso pipa) y cenas, LaMoni “cierra” también a las 19 h.
    ME APUNTO.

  5. Hola a tod@s, os dejo el texto de un documento que elaboré para nuestra “academy” interna de empresa, personalmente me ha servido para aprender a decir que no – no soy traductora, pero las empresas de transporte sufrimos 3/4 de lo mismo que vosotros, los autónomos, espero os sirva :-):

    “El efecto Pizza-Taxi: Como escapar de la manía de las urgencias

    A todos nos ha pasado: pensamos en Pizza, se nos hace la boca agua, cogemos el teléfono y pedimos una pizza para ¡AHORA MISMO! Necesitamos un taxi, ¡ya! y no aparece ninguno, o hemos llamado, tenía que haber estado aquí hace 2 minutos, y no llega…

    Si Usted sabe lo que significa, estar esperando algo o a alguien, sabe, lo que es la urgencia. Si emocionalmente hemos tomado una decisión, no queremos estar esperando, lo queremos ahora, o mejor aún, para ayer.

    Nuestra sociedad padece la manía de la urgencia
    … lamentablemente. Mucha gente sufre esa manía en su vida diaria y laboral.
    Alguien necesita una reunión con Usted, ¿para cuando? Para ahora, por supuesto.
    Un socio comercial tiene una petición. No, no puede esperar, bajo ningún concepto, hasta mañana, ¡ocúpese enseguida, por favor!
    ¿A Usted le pasa? Con lo bonito que sería, marcar con un „visto “Todos los Asuntos pendientes enseguida, ¿no? Si piensa en su día a día, verá que la urgencia la determinan casi siempre los demás. O Usted para los demás. Deje de padecer esa manía, porque justamente aquí se encuentra la razón de la falta de motivación y resultados carentes – esa sensación de haber trabajado mucho, pero no haber rendido nada – suele aparecer por la noche en casa y deja un sabor amargo.

    ¿Urgente o importante?
    Quién confunde lo urgente con lo importante, tiene un serio problema.
    ¿Cuantas veces nos hemos dado cuenta, de que estamos ocupados con mil asuntos „urgentes“ cada día, que otros nos han pedido?
    Incluso si conseguimos solucionar estos asuntos híperurgentes, no significa que nuestro trabajo haya ganado en importancia. Es la eterna lucha de cantidad contra calidad, que al fin y al cabo no es más que un robo de nuestro tiempo – tiempo, que estaría mucho mejor empleado con asuntos estratégicos importantes, tanto en la vida laboral, como en la privada.

    El factor tiempo – <>

    Aparte del criterio „importante o no“ ha de tenerse en cuenta, casi siempre, el factor tiempo también:
    ¿Es este asunto „urgente, o no lo es“?.
    El principio de Eisenhower nos ofrece una ayuda para decidirnos. El antiguo presidente de los Estados Unidos es citado como sigue:
    „Asuntos urgentes rara vez son realmente importantes, asuntos importantes casi nunca son realmente urgentes“.

    Siguiendo este principio, existen cuatro maneras de marcar prioridades:
    1 Asuntos importantes y urgentes
    – Asuntos de prioridad absoluta
    2 Asuntos importantes, pero menos urgentes
    – Muchas veces de los más importantes para nosotros, pero aplazados, puesto que no son tan urgentes. Deberíamos planificar bien el tiempo para ellos, ya que nos suele faltar, justamente cuando la fecha de cumplimiento está a la vuelta de la esquina.
    3 Asuntos urgentes, pero no tan importantes
    – Asuntos, que nos roban el tiempo. Realmente no tienen mucha importancia para llegar a nuestras metas, pero son urgentes. Planificar bien en el tiempo es la clave.
    Tome nota: Lo que hacemos a tiempo nunca se convertirá en urgente.
    4 Asuntos que no son ni urgentes, ni importantes
    – Pensamos, que no tenemos asuntos asi, pero si miramos a fondo, veremos que sí los tenemos. ¿Los podemos eliminar?

    Es posible, clasificar los trabajos en cuatro categorías:

    A, B, C y D.
    • A: Trabajos importantes Y urgentes
    Como por ejemplo un problema grave con un cliente. Es importante marcarlo como máxima prioridad y reacción inmediata con el fin de no perder esta cuenta.
    • B: Trabajos importantes, pero no de suma urgencia
    Son aquellos, para los que tenemos un cierto plazo de tiempo. El problema surge, si los dejamos a un lado, entonces veremos que, llegado el momento, se convierten en asuntos de tipo A. El mejor ejemplo es la visita al médico, a quién acudimos, porque ya no aguantamos más un dolor sufrido desde hace tiempo.
    • C: Trabajos urgentes, pero no realmente importantes a largo plazo
    Los típicos trabajos diarios como papeleos, rutinas, teléfono, expedientes, archivos, trabajos administrativos. No son importantes en sí, sino el comienzo, el final o una adición al trabajo principal, que sí es el importante, como p.e. los envíos que efectuamos como transitarios, pero son urgentes. Si no hacemos esta llamada (C), puede que una prioridad de (A) no prospere.
    • D: Trabajos, que ni son importantes, ni son urgentes
    Y que a lo mejor nos gustan, pero no pasa nada, si no se hacen.”

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