¿Es lo que hay?

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Quería escribir un artículo sobre mis sensaciones después de las elecciones generales del 26J. Sobre el hecho de que las ha ganado un partido con casi 500 imputados e innumerables casos de corrupción, financiación ilegal y delitos electorales. Sobre lo que eso dice de España y de los millones de votantes y simpatizantes de dicho partido. Sobre la imagen que dan a los jóvenes. Sobre refranes tan arraigados como tóxicos, tales como “Más vale malo conocido que bueno por conocer” o “Total, todos roban” (y sus variantes “Pero si lo hacen todos” y “Tonto el que no lo haga”). Sobre el daño que hacen estas frases al que las pronuncia y al que las escucha. Sobre lo derrotista, pesimista y conformista que parece España últimamente. Sobre una cultura en la que se considera un éxito que alguien consiga “salirse con la suya” tras cometer una infracción o un delito.

Quería escribir sobre la crisis –primero económica y financiera, luego también a nivel social y cultural– que perdura en España y que se ha instalado en la cabeza de muchas personas de tal forma que parece haberse convertido ya en un rasgo del carácter español (estoy generalizando, lo sé). Sobre frases como “Es lo que hay”, que reprimen y apagan cualquier intento de reflexión y de mejora. Sobre la gente crítica, no como en “pensamiento crítico” sino como en “estado crítico”; y sobre la gente criticona, que acepta la mediocridad como un estado natural y considera negativo y criticable cualquier intento de cambiar, de mejorar, de salirse de un círculo cada vez más vicioso.

Quería escribir sobre que, al percibir ese clima en España, me alegro de seguir siendo un “alemol” y de resistirme a resignar y que estoy orgulloso de mi “mitad alemana”. Sobre que nunca usaré frases pesimistas como las arribas citadas. Y sobre que voy a seguir siendo optimista y pensando en evolucionar y en salir adelante, aunque nunca a costa de otros.

Quería escribir sobre todo eso, pero luego he pensado: ¿Y qué conseguiría con ello? Mis reflexiones no son nuevas, y tampoco son solo mías. Ya se leían y escuchaban antes de las últimas (pre)campañas electorales porque hay más personas luchando contra el carácter derrotista español, pero… ¿de qué ha servido? He vuelto a generalizar, porque no todos los españoles son derrotistas ni conformistas, aunque los que sí lo son nos hacen sentirnos en minoría a los demás. Lo que también percibo es un creciente desapego a la política que se traduce en que las críticas se quedan en conversaciones de bar en vez de trasladarse a las urnas. En los bares y en las redes sociales hay mucha gente despotricando contra todo y todos y a todas horas, pero a la hora de la verdad les da pereza contribuir activamente al cambio. Y esa actitud pasiva y desapegada, que parece extenderse  cada vez más, es algo con lo que no me puedo identificar en absoluto. No sé si considerar esa falta de pragmatismo un rasgo español o más bien generacional, pero sin duda está ahí, haciendo mucho daño y propagándose rápidamente. ¿Es lo que hay…?

4 Comentarios

  1. Buenísimo artículo, enhorabuena! No puedo estar más de acuerdo contigo en cada punto que mencionas. Muchos conocidos míos encajan perfectamente con los rasgos que describes y la única solución que veo, es que la gente que no es así, impregne de algún modo a los demás, pero es una tarea bastante árdua. Yo almenos lo intentaré, por ahora, siempre que veo a alguien siendo negativo, quejándose o criticando, intento transmitir positivimo y hacerle ver, que las cosas se pueden cambiar si uno quiere, que hay otra cara de la moneda, que el pesimismo solo atrae cosas negativas… Pero de todo se cansa uno, claro, y es tan fácil pensar que la culpa de lo que nos pasa la tienen otros…nada más lejos de la realidad! Todo lo que nos ocurre, las oportunidades que nos salen, los éxistos y fracasos que cosechamos, están solo y exclusivamente en nosotros mismos. La suerte, sin nuestra estrecha colaboración, no podría jamás hacer su trabajo.

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