Si el título suena a “grupo de autoayuda”, es porque estoy seguro de que muchos extranjeros en España tenemos la misma experiencia: a no ser que hayamos crecido bilingües, al hablar en castellano, mantenemos un recuerdo rudimentario de nuestra lengua materna que, en menor o mayor medida, hace agudizar el oído a nuestros prójimos. A veces, nuestro acento pasa casi inadvertido, otras veces nuestros interlocutores se bloquean o intentan catalogarnos con o sin éxito; a menudo indagan directamente, como ya comenté en varias ocasiones. No es nada grave, porque nuestra pronunciación nos relaciona con nuestro origen, y no tenemos por qué ocultarlo.
Una cuestión más peliaguda es cuando, más allá del acento, los nativos nos detectan expresiones raras o errores que les llaman la atención. Pueden producirse reacciones muy variadas:
- Nos siguen escuchando con atención, aunque haciendo muecas con cada fallo, como si les doliera.
- Hay gente amable que nos advierte sobre errores graves o recurrentes en nuestro habla y nos ayuda a mejorarlo. Y se agradece, de verdad. (De hecho, así he ido limando mi uso del subjuntivo…)
- Luego hay personas que nos corrigen sin tener olfato para los momentos en los que no procede. Y es que hay situaciones inoportunas en los que nos sienta hasta mal que nos corrijan. Un ejemplo: Hace años me enfadé por no-sé-qué-razón y solté “¡No me jodes!”. Lejos de quedarse callado, mi interlocutor me respondió “se dice ‘jodas’”. Y sí, eso jode aún más…
- Un caso extremo somos los traductores, lingüistas u otros profesionales de la lengua que, por mucha razón que tengamos, podemos convertirnos unos pedantes odiosos cuando corregimos a otros como si pronunciaran el discurso a la nación. Siempre llevamos un lápiz rojo mental afilado, y la viñeta de un colega lo ilustra a la perfección.
- Por ende, también existen auténticos cazadores de errores que, sabiendo que nosotros somos tiquismiquis con el idioma, están al acecho de un lapsus y se frotan las manos cuando nos pueden pillar.
El acento y el número de errores al hablar suelen aumentar con el grado de excitación, pero, evidentemente, hay estados de excitación en los que no queremos que nos critiquen por cómo hablamos. Simplemente queremos expresarnos o desahogarnos. Cuando nos enfadamos, por ejemplo, es mal momento para reprocharnos una falta gramatical:
-“Maldito sea, me he caído.”
-“Eso está mal, se dice ‘maldita sea’…”
En este caso, claramente nos importa más el contenido que el continente. Pero hay más situaciones críticas: ¿os imagináis estar haciendo el amor y soltar alguna frase y que os digan “Perdona, pero esta construcción requiere el subjuntivo”? A mí me cortaría el rollo…
En resumidas cuentas, un alemol agradece que le corrijan para seguir perfeccionando su uso del idioma, pero igualmente agradece que su entorno preste atención a lo que dice, no solo a cómo lo dice. ¡Gracias por vuestra compresión comprensión!
CONTENIDO .. NO “CONTENIENTE ” JEJEEE ME ENCANTA LO Q DICES .. AUNQ SUELO A VECES SER ASI .. RESPETO LOS ESPACIOS .. HAY DE TODO O NO ? Y DEBEMOS SABER LIDIAR CON ELLO .
Gracias, Claudecita. Me alegro de que te guste…
Nur wenn meine Polnische Freundin aufgeregt oder erregt ist tritt Ihr Akzent zu tage.
Auch beim flirten als wir uns kennenlernten. Sonst spricht Sie super Hochdeutsch.
Woran mag das liegen?
Hallo, Norbert. Das ist ein generelles Phänomen und passiert vielen Menschen. Ich denke, dass Nervosität und Erregung unseren Akzent in einer anderen Sprache als unserer Muttersprache verstärken, da weniger unser Verstand als vielmehr die Hormone die Kontrolle übernehmen und wir instinktiv handeln. Aufgrund des Instinkt und unserer Primärtriebe zielen wir dann wohl beim Sprechen weniger auf eine korrekte, akzentfreie Ausdrucksweise ab, als auf reine Kommunikation – Stil, Akzent, Grammatik, usw. sind dann Nebensache. Das ist nur eine Vermutung, aber ich denke, dass es wohl damit zusammenhängen könnte …