Por supuesto que la bombilla fue un invento genial (¡gracias, Edison!), pero hay ciudades o países enteros que abusan de ella y parecen querer anular la diferencia entre día y noche. La imagen adjunto muestra cómo brilla Europa de noche. Pero los responsables de esta “sobreexposición” a la luz tienen más bien pocas luces y exageran a todas luces. A pesar de la prohibición de las bombillas incandescentes en toda la UE, según la cual, a partir del 1 de septiembre de 2012, ya no se comercializarán bombillas convencionales sino tan sólo bombillas de ahorro energético, también se debe ahorrar en el uso de éstas.
Mi patria adoptiva Valencia, por ejemplo, parece un mar de luces. Y es que la alcaldesa Rita Barberá, dijo: “Hágase la luz.” ¡Y la luz se hizo! La calle que veo desde la ventana de mi salón parece una pista de aterrizaje y, aunque de momento no se haya perdido ningún avión por mi barrio, la contaminación lumínica –igual que en la mayoría de las metrópolis europeas– salta a la vista. Claro, un argumento es la seguridad ciudadana, pero no estoy seguro de si realmente se evitan delitos gracias a una “iluminación de estadio” aplicada a toda una ciudad. ¡Yo por mi parte saco la tarjeta roja a Valencia por su despilfarro energético caro y perjudicial para el medio ambiente!