Con el comienzo del año subí mis tarifas de traducción e interpretación, por primera vez en cinco años, para compensar las subidas del coste de la vida (electricidad, Internet, teléfono, etc.) y de impuestos (IVA, IRPF, etc.). Sabía que no era el mejor momento, pero tenía que hacerlo, y lo hice. Ahora, pasados tres meses, quiero analizar las consecuencias. Para avisar de mi subida de tarifas, unos días antes envié un mensaje a mis clientes (en gran parte agencias de traducción), que reaccionaron de la siguiente forma: un 40 % me dijo que no había problema; un 20 % me dijo que, debido a la subida, ya no podría trabajar conmigo; el 40 % restante simplemente no contestó a mi mensaje. Esta falta de reacción de una parte importante de mis clientes me preocupó en un principio, aunque con el tiempo he visto que los que siguen conmigo son mis clientes habituales, mientras los que he perdido eran clientes esporádicos. Supongo que se debe a una cuestión puramente económica. Es decir que quiero creer que mis (ahora) exclientes se han visto obligados a renunciar a mis estupendos servicios porque me comería su margen de beneficios (o parte de él) con el aumento. Los clientes finales/particulares, no obstante, siguen actuando igual que antes: me piden presupuesto y deciden si contratarme o no en cada caso.
Conclusión: a corto plazo, la subida de mis tarifas no me ha supuesto más ingresos por la pérdida de algunos clientes, pero ha sido absolutamente necesaria para asegurarme un futuro profesional sostenible. Subir la tarifa no es un camino fácil ni recto, pero vale la pena enfrentarse a las curvas para moverse adelante.
¡Felicidades por tu valentía! Eso es lo que deberíamos atrevernos a hacer todos porque, como bien dices, el coste de la vida sube. Además, me alegra saber que a la larga está mereciendo la pena.
¡Muchas gracias, Ana!
Es que realmente la vida se nos está poniendo difícil a todos y sin darnos cuenta se acaba convirtiendo en un círculo vicioso. Suben los precios de los productos básicos, suben el gas y la electricidad, algunos clientes no pueden pagar un precio más alto porque hay menos ingresos, y así. Pero como tú dices, no te ha quedado más remedio. Gracias por compartir la experiencia.
Así es, por desgracia… ¡gracias por el comentario!
Me parece una decisión inteligente y arriesgada a la par. Aun así, en estos tiempos parece que debemos—perdonad mi lenguaje— prostituirnos por un trozo de pan y no es así. Cada cual debe cuantificar y calificar su tiempo y su esfuerzo, al igual que sus gastos y beneficios. Desde mi experiencia personal, siempre he facturado, o bien por horas o bien por palabras, dependiendo de la extensión del trabajo, intentando ajustar el precio a mis clientes más fieles, pero de ahí a regalar nuestro tiempo…
Muchas gracias por tu comentario, Javier. Es obvio que opinamos igual…
Un saludo, André
PD: ¡Me mola vuestra página web!
Muchas gracias.
Por dos cosas: hacerlo, y contarlo.
Hay algo que muchas veces se pasa por alto: la LEALTAD del cliente.
Cuando se lucha por conseguir clientes sólo por precio, la lealtad es cero.
Saludos
Gracias a ti por tu comentario, Arturo. La lealtad del cliente es, sin duda, una parte muy importante en la relación con mis clientes habituales. Igual te interesa mi otro artículo (en clave de humor) sobre el tema: https://www.diariodeunalemol.com/es/2013/04/19/wie-man-kunden-suechtig-macht/