Lo admito, de momento, mi perra Maffy no ha soltado más que un „¡wow!“ que pueda sonar a inglés, pero sé que, además de castellano, también entiende alemán. Si le digo “sitz”, se sienta; con “platz”, se tumba (aunque sea media hora más tarde) y a la orden de “Fuss” viene a mi lado, bueno, por lo menos en teoría. Es curioso, pero cierto que en España se usen órdenes en alemán para adiestrar a los perros, ya que son cortos y precisos. El otro día, en el parque, escuché a una pareja española llamar a su perro en inglés (“come here”). Bueno, igual el perro es de Gibraltar y se crió en un ámbito bilingüe… Una amiga argentina dice “sentate” para que su perro se sienta. Está claro, también en la educación no cuenta lo que dices sino cómo lo dices. Sigo practicando con Maffy, para que pronto sepa expresarse tan bien como, por ejemplo, Mishka: